
Lo cierto es que esa idea, la de llegar a la cima de una montaña y encontrarte que las nubes y la niebla apenas te dejan entrever nada, siempre me ha fascinado: nunca he considerado un día perdido alguno de aquellos es que asciendes esforzadamente a una cima para encontrarte con que apenas puedes ver nada. Esos días casi los considero más hermosos que los demás. Ver las nubes sobresaliendo del mar nubes es ciertamente hermoso, pero cuando apenas ves más allá que las rocas más cercanas emergiendo fantasmales de entre la niebla y la nieve para mi empieza la fascinación.
Hay un soneto muy hermoso del poeta John Keats, románticamente fallecido de tuberculosis en Roma a la edad de 25 años, que trata de esa introspectiva fascinación: Written upon the Top of Ben Nevis. En él Keats se encuentra en la cima de la montaña escocesa, blind in mist, cegada por la niebla: I look into the chasms, and a shroud / vaporous doth hide them; - just so much I wist / Mankind do know of hell; I look o'erhead, / and there is sullen mist, - even so much / Mankind tell of heaven; mist is spread / before the earth, beneath me... "Y yo miro a los abismos, y un manto de niebla / me los oculta, y entonces yo querría / que sepan los hombres que hay un infierno, y miro hacia arriba / y sólo hay niebla triste, y aún así / pueden los hombres hablar de un cielo, y la niebla esconde / la tierra a mis pies...". ¿Y qué decir del poema de Joxean Artze, Gure bazterrak? Quizá los mejores paisajes son aquellos que no llegamos a ver, porque son los que están en lo más profundo de nosotros.
Otro poeta romántico, Giacomo Leopardi, tiene un poema que quizá nos da la clave de esa fascinación: L'infinito. De niño, Leopardi solía subir a una colina junto a su Recanati natal a la que los paisanos llamaban de modo un tanto misterioso el Monte Tabor. Curiosamente, esta pequeña montaña impedía ver desde la ciudad el majestuoso panorama que quedaba detrás, el de los Montes Apeninos que se dirigen hacia el mar Adriático a través de la región de la Marcas. Y, paradójicamente, esa limitación del paisaje real hacía que Leopardi se anonadase entre los paisajes interiores: Ma sedendo e mirando, interminati / spazi di là da quella, e sovrumani / silenzi, e profondisima quiete / io nel pensier mi fingo; ove per poco / il cor non si spaura. Al final, de la limitación de los sentidos llega a una idea de eternidad y de abandono de sí mismo: e mi sovvien l'eterno / e le morti stagioni, e la presente / e viva, e il suon di lei. Cosí tra questa / immensità s'annega il pensier mio: / e il naufragar m'è dolce in questo mare.
Yo también he naufragado muchas veces en el Nebelmeer que me fascinó una fría mañana de domingo de noviembre de hace ya casi dos décadas.
Here are the craggy stones beneath my feet, / thus much I know that, a poor witless elf, / I tread on them, - that all muy eye doth meet / ist mist and crag, not only on this height, / but in the world of thought and mental might! "Aquí están las escarpadas rocas, bajo mis pies, / y sólo sé que, pobre duende sin ingenio, / piso sobre ellas, y cuanto mi ojo alcanza a ver / no es sino risco y niebla, no sólo en esta cima / sino en el mundo del espíritu y todos sus poderes".
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